ÚLTIMA HORA

TOLERAR Y RESPETAR LAS OPINIONES AJENAS ES INDEFECTIBLEMENTE SOPORTAR

Se ha de entrar,- si se quiere la reflexión seria -, en los asuntos, conceptos y cosas, con el pertinente e ineludible respeto que fuera al caso. Y en todos los casos, en cualquier caso es obligada una mínima cantidad de “condimento” respetador para que obligue a cualquier individuo a dirigirse convencido hasta la forma acuñada, no por trillada menos radicalmente necesaria de:- ¡se lo digo con el debido respeto!-. Asentado este prostituido y desprestigiado principio en tanto que aquello del respeto a las opiniones ajenas y la tolerancia es un error de las descuidadas formas de hablar. Que no de obrar; cuando todo lo más se soportan las adversas opiniones ajenas -¡y es humano que así sea!- que aún nuestras propias opiniones no respetamos en tanto que evolucionan y lo que pensábamos que era correcto, a veces, no muy anteriormente, despreciamos más tarde brutalmente. Por eso necesitamos mentalización preconcebida para poder estatificarnos prejuicialmente en una actitud de respeto y respetuosa, con todo aquello que nuestro interior aborrece y que nuestro modo y manera de ser y de ver “se vomitaría” sin esa capacidad muy ensayada para tolerar tragar y tragar, “de lo lindo”. Y es qué, el hombre se mueve y actúa por prejuicios; (¿Cómo si no?) ¡Pero todos!, incluso aquel que acusa de prejuicista está ejerciendo un prejuicio. La improvisación, la rapidez, la instantaneidad referidas a la acción pensada, tienen nada que hacer frente a un prejuicio establecido, sea este bueno o malo, veraz o mentiroso,- sin embargo, no hay valor ni calidad de un pensamiento que no haya sido sometido a juicio previo (prejuicio) para elaborarse completamente en juicios, impensables sin los correspondientes prejuicios. ¿Quién está capacitado para con claridad de juicio, distinguir el prejuicio del juicio?; son estas, dos acciones exactas en lo que a pensar,- y se diferencian en que el prejuicio es a priori más que el juicio, que viene por añadidura-, y tanto uno como otro son tal para cual en su momento histórico, muy afectados los prejuicios de juicios y viceversa. Se podría escribir solo de este concepto un libro, tan grande cómo el último de M. Antonia Iglesias, y al fin quedaría el mal amañado concepto en el aire igualmente, por culpa del impreciso diccionario, el cual si a la RAE no se fuera a holgar y vegetar ya debería haber emprendido una revisión desde la A, a la Z. comprendo que no se denuncie a esta gente: los sabios no lo hacen, bien por corporativismo, bien porque no les llame envidiosos, bien porque eso no vende en el público gigante, bien porque ello más que difícil es imposible, porque ello nos crearía una rebujina mas deformada e ininteligible que la del político catalán, hablando el catalán emburujado de Barcelona, no payés; (para dar visos de idioma a esa jerga) ¡Sería como inventar idioma paralelo! Que ni se puede ni se debe, que, ni siquiera se debe.

Siguiendo en la toma del término tolerancia como concepto puede este asunto mirarse -como todo- con cualquier gafa que haya en la óptica más surtida; la gran capacidad humana es soportar y sufrir; por lo tanto, ¿quién es capaz de aseverar que soporta y no tiene a su vez de ser soportado? ¡Creemos que nadie! Se sabe de sobra que cada hombre no es un mundo; es una conciencia, que, aunque ente universal, solo basta para que sea enigmática que ande repartida escondiéndose en muchos millones de cabezas; por solo ello la cuestión ya es inconmensurable. El respetar que subyace y se enarbola, es la necesidad de actuación soñada, asilvestrada, demasiado contundente y poco política, y es así por definición; y la tolerancia que se afama, de uso generalizado que se inclina a la hipocresía, es tinta de calamar y también de pulpo y que hecha tanto humo como cabeza requintada. Con tantas cordilleras tras las que sentirse segura la tolerancia, es normal que tan protegida sea de uso preferente para todos los públicos y

por lo mismo nos pasamos cada uno toda la vida “tolerando”; tratando de averiguar lo que siente el otro, sea quien quiera que sea, sin comprenderle totalmente nunca y para ello lo más efectivo es el respeto y la tolerancia con que nos permitimos el lujo de dar nombre al tremendo soportar que se produce en la diferencia de nuestro interior, sin la que no tendría razón de ser la vasta heterogeneidad ¿necesaria? en el resto de la cósmica y a veces cómica realidad.

En este “loco” divagar que es como único se puede decir algo igual pero de distinta manera en el plano de los sentimientos, que es obviamente sentir, íntegramente individual, es en consecuencia esencialmente comparable a la poesía. Y la poesía es sentimiento imposible que encuentre otro que la sienta como lo sintió el autor; ni ninguna novela que es principalmente poesía; la más completamente que lo sea; la que se llena de sentimientos,- no se podrá entender sino con los sentimientos del que la lea vertidos, espolvoreados en lo que lee-. Siempre se trasladará, se quiera o no, un texto con otros sentimientos aplicados. Esto es que los sentimientos van por un lado y lo conceptos, negocios y conveniencias van por otro; por eso los sentimentalismos del respeto y la tolerancia, que a veces se dan, otras no se dan, porque lo que se hace en nombre de esos dos términos es soportar.

Conclusión, “sigan soportándose unos a otros como yo os he soportado“. Eso sí, no pierdan ocasión alguna de hacerse los interesantes colando que son tolerantes y que respetan las opiniones ajenas, que hasta que la humanidad vea un poquito más claro eso vale para ir tirando.

Unas generaciones más avanzadas han de prepararse para cambios donde el lenguaje sea veraz al completo: Nosotros en nuestra contemporaneidad nos seguiremos mintiendo a la cara en esta y en casi todas las cosas. Habrán de llegar las nuevas expresiones como: ¡¡ discrepo absolutamente de sus principios y opiniones, pero, las soporto bastante bien con el debido “esfuerzo acoquinador” para respetarlas!!, eso, sería lo correcto. ¿Cómo se ha de respetar una conciencia hostil de ideas extrañas, por otra conciencia, de otra conciencia, que a su vez es necesariamente hostil?, pues, soportándola, nunca tolerándola por lo que de antigramatical tiene el empleo de este término supliendo antinaturalmente el soportar o la asunción.

Al tratarse lo expuesto de una filigrana filológica y por lo mismo filosófica, (si atendemos a autorizadas personalidades cuando dicen que la filosofía no va mas allá del conocimiento exhaustivo del lenguaje) no se debe extrapolar ni vincular a ninguna realidad fuera del concepto que aquí no se manipula, sino que se muestra intrínseco en su realidad, ¡no! utilizado en su versatilidad utilitaria,- ¡sí! Mostrado como unidad teórica -. En ese sentido el verbo tolerar como concepto puro no da para mucho más de lo que hemos dicho. Acepta, sin embargo, ovillos de hilo esa “cometa”, cuantos, le llevarían al infinito,- pero no sin la mezcolanza conceptual que implicaría la salida a qué se le oriente a priori-, bien al plano de la lógica, ética o estética.

Por lo tanto que a nadie se le caliente la cabeza buscando conexiones; que no hay aquí ninguna más allá de la “herramienta” que es la tolerancia; herramienta que no sirve casi para nada porque no se puede tolerar lo intolerable; (lo contrario es un grave error en que se incurre con demasiada frecuencia) lo tolerable (obvio) no ha lugar a ser tolerado. Y ya como se ha dicho habría que mixturar conceptos como el de prudencia, aguante, estoicismo no en amplio sentido, benevolencia, “comprensión”, empatía, etc. etc. Ellos sirven, pueden servir, ante lo intolerable y tiene entonces el punto de partida aquí, una tesis de aquí te espero. Por eso es cretinez patológica armarse a priori de una actitud tolerante, que, cuando la realidad lo es no necesita obviamente ser tolerada, y cuando no lo es, imposible que lo intolerable pueda ser tolerado; ¡¡es que es intolerable!! Solo puede ser asumible, soportable, etc.

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