ÚLTIMA HORA

LA REBELIÓN AL SUROESTE DEL ATLAS

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Ya pasado el tiempo en el que, no con estupor creciente rayando en la indignación, se pudieron ir conociendo las propuestas de los expertos, presuntos, en querer imponernos una representatividad política para el Parlamento de Canarias, proponiendo fórmulas peculiares, las más de las veces ni deseadas ni eficaces como demuestra su enorme variedad, pueden ser pertinente introducir algunas reflexiones sobre principios generales.

La primera cuestión que debiera plantearse, para no empezar de entrada la partida con las cartas marcadas, es el propio sistema electoral. Se admite de nuevo sin discusión que sólo puedan ser los partidos políticos o las asociaciones de electores, partidos quiero y no puedo, los que puedan presentar candidatos para ser elegidos. Ningún experto parece considerar que pudiera haber aspirantes independientes, ajenos a las estructuras paridarias sin estar incluidos en sus listas, cerradas o abiertas pero listas al fin y al cabo. Para exorcizar este vicio de partida, algunos invocan las primarias cual bálsamo de Fierabrás, pero sólo para elegir al cabeza de lista sabiendo además cómo el aparato del partido puede controlarlas, manipularlas y retorcerlas, ignorando después a los perdedores. Ejemplos hay de sobra.

Leyendo las propuestas, cada experto propone un número de diputados y un reparto por islas distinto. A mi entender se olvida que el Parlamento de Canarias es, precisamente, de Canarias y no la suma de grupitos insulares. Para eso sobraría el Parlamento y puede ser sustituido por una suerte de mancomunidad de Cabildos, sin necesidad de financiar y ampliar una duplicidad, costosísima para el erario, aunque muy beneficiosa para los partidos y partidarios.

Otra cosa que siempre me ha resultado epatante es que la “productividad” del Parlamento, curioso término para calificar a los que no producen nada, se mida por el número de leyes que han aprobado, por más que la inmensa mayoría no sea mas que un corta y pega de las nacionales salpicándolas aquí y allá con la palabra (lo que sea) Canaria” o (lo que sea) de Canarias”. Eso sí, ¡que no falten!, las oportunas partidas presupuestarias y la creación de otro nuevo observatorio o atalaya para comprobar que se gasta lo que esperaban gastar.

Cuando se leen estas propuestas electorales, que tengo para mí sólo buscan consolidar en cada momento el mayor número posible de profesionales de la política, creo que son de más actualidad que nunca las de sobra reproducidas palabras de Ayn Rand, escritas en la novela “La rebelión de Atlas” publicada en 1957:

 “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias mas que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”

A los ciudadanos canarios sólo nos cabe esperar con resignación que sean los propios políticos actuales los que decidan, en esa especie de lonja donde se parece subastar, al alza por supuesto, el número y cuotas insulares de diputados que pasarán a representarnos, aunque no sean las personas que hubiéramos elegido de tener libertad para hacerlo. ¿No es una paradoja democrática, por no decir un evidente liberticidio?

 

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