ÚLTIMA HORA

DE CUANDO ESPAÑA ERA ESPAÑA (2)

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Hoy cosas y formas de actuar de las autoridades públicas que podrán ser legales, dictaminadas en empolvados códigos obsoletos, pero que son como mínimo difíciles de entender o soportar y como máximo, escandalosas para los que aún creemos en el sentido común que debiera inspirar en Derecho. Por ejemplo, la indefensión real a la que se condena de antemano al legítimo propietario de una vivienda frente a la delincuencia, si no apoyada abiertamente, al menos tolerada en la práctica, frente a los llamados “okupas”. Son simples delincuentes que cambiado la“c” por la “k” en la palabra ocupación, se sienten más progres que los progres de salón que abundan en la nueva izquierda, moderada se llaman. Han sentado las bases para que no sea políticamente correcto, para todo el espectro político, defenderse de ellos.

El ocupado, se siente doblemente víctima, mientras que el okupa se permite insultar el sentido común e incluso reírse de la policía, fuerzas del orden, con la inacción y la pachorra de las fuerzas del derecho. Lo políticamente correcto, que en este caso es la rendición preventiva frente al delito, condena de entrada a la víctima durante un par de años de angustias a gastar mucho dinero, tiempo y esfuerzos en abogados y procuradores para defenderse de quien el Gobierno no le defiende desde el minuto cero. Es muy difícil de explicar fuera de España, máxime cuando hay políticos en el ámbito de Podemos que definen este delito como “una forma alternativa de vida”. Con ese argumento se defendió a la banda “Okupando Barcelona” de las acusaciones expresadas en el artículo “Barcelona, ciudad de okupas” de la BBC. Claro que esto es así mientras la ocupación se la perpetren a otros... ¡faltaría menos!

Resulta increíble para el ciudadano, y debiera ser avergonzante para los gobiernos y jueces, que la sociedad civil haya tenido que autodefenderse con la aparición de empresas privadas como Desokupa, especializada en restituir a las víctimas en su derecho, desocupando por las buenas a los delincuentes que han ocupado por las malas una propiedad privada. Recuerda mucho tiempos pasados, cuando la sensación subjetiva de protección política a los delincuentes ganaba enteros en la opinión pública, por más que las autoridades pretendan tapar sus vergüenzas con estadísticas tan incomprensibles como cortinas de humo.

Este tipo de asuntos es percibido por una gran parte de la población como una situación anómala y lo miran con un punto de incredulidad. Sólo lo perciben como una tragedia el día en que eso le sucede a ellos o alguien de su entorno muy cercano. No es fácil ser empáticos con las víctimas, casi siempre abandonadas o vejadas por el nuestro sistema procesal, pero intenten imaginarse que salen un día de su casa a dar un paseo y a la vuelta resulta que han entrado en su vivienda una caterva de indeseables y usted tiene que sufrir una triple humillación. La primera es tener que irse a un hotel o similar por espacio de al menos dos añitos. Que esos mangutas ponen sus sucias manos sobre sus cosas íntimas. Que le amenazan con denuncias sin cuento, pero muy bien contadas, si usted se atreviera a intentar recuperar su propiedad por medios distintos a empezar a pagar notarios, procuradores, abogados y tranquilizantes en una farmacia para intentar conservar la calma y la lucidez entre tanto atropello, deseando poder despertarse y que todo hubiera sido una pesadilla, soñada pero muy posible en nuestra España huérfana de valores y casada con el relativismo ético u moral.

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