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LAS VENTOLERAS DE ARINAGA

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Casi toda la costa sureste de Gran Canaria, donde han asentado sus reales unos grupos ecologistas bien subvencionados por un grupo político sandía, verde por fuera y rojo por dentro, es una fuente de contradicciones de todo tipo. En la parte más al sur, por Juan Grande, se opusieron con grandes alharacas y griterío a la instalación de una central eléctrica porque, entre otros grandes males sin cuento, ahuyentaría el turismo ante la vista de la chimenea.

Con los mismos argumentos sociales y turísticos, se opusieron a la construcción de una cárcel, que hoy en día dudo mucho que, salvo los lugareños, algún grancanarios sepa ubicar con exactitud. Un poco más hacia el norte, Pozo Izquierdo, sede de campeonatos del mundo de windsurf, fue una playa inhóspita y muy incómoda para ser espectador de tan importante evento deportivo de escala mundial. Parecía un pedregal y un erial polvoriento abandonado de la mano de Achamán, aunque tuviera un excelente campo de competiciones en el mar.

Y así casi punto por punto de la costa, también hacia el interior, con un paisaje tan árido y horroroso que deja afrentada a Mary Sánchez cuando canta lo del jardín de bellezas sin par, aunque subvencionado hasta la saciedad. Porque, hay que recordarlo, también se opusieron a que algunos de esos terrenos pedregosos se llenaran de vegetación y se explotaran con el cultivo más rentable del mundo: el césped de los campos de golf.

Un poco más y se llega a Arinaga, en particular a su puerto, a sus campos de molinillos eólicos y a la ausencia de granjas fotovoltaicas en una zona de Sol permanente, paradoja verde donde las hubiera o hubiese en un planeta azul, como bien apostilló Václav Klaus, el que fuera presidente de la República Checa, al preguntarse si estaba en peligro el clima o la libertad.

Poco se ha comentado, al menos en Canarias, que el Tribunal de Cuentas de la Unión Europea ha cuestionado la rentabilidad y viabilidad de inversiones en siete proyectos de infraestructura portuaria en España. Dos de esos fiascos están en nuestras aguas. Uno de los que los auditores han señalado como ineficaz es el proyecto de rellenos y de alineación del espigón del muelle de Santa Cruz de Tenerife, con una inversión europea de 2,8 millones. El proyecto costó 5,7 millones, con un sobrecoste de 562.000 euros.

Los auditores europeos también cuestionan la construcción del puerto en Arinaga, pensado para descongestionar La Luz y Las Palmas, con un coste de 23,5 millones y una inversión europea de 11,8 millones, el 90% de ella en entredicho. Según testigos presenciales, nada más terminarse las obras e inaugurarse, en una reunión de la Autoridad Portuaria se presentó un informe técnico afirmando que lo mejor y más económico era cerrarlo. Operar con los barcos que se habían previsto, precisaba el auxilio de uno o dos remolcadores para contrarrestar los vientos reinantes. Los costes operativos y la peligrosidad hacen casi imposible que allí lleguen barcos para atender la zona industrial. Menos aún para el tráfico de pasajeros.

En el entorno de Arinaga, pueden verse unos extensos parques eólicos, casi siempre funcionando a muy poco rendimiento y por lo tanto, baja rentabilidad. Se instalaron allí, precisamente y al margen de las subvenciones, por al ventolera que lo azota. ¿No pensaron los rectores del Cabildo que impulsaron el proyecto de aquel puerto, que vientos fuertes y barcos es casi incompatible? Cuando se oponen al gas allí, ¿han pensado dónde y cómo atracarán los barcos gaseros? “¿No se habrá generado una ventolera política opositora, mas que por una cuestión ecologista, por un interés partidista que abusa del ecoterrorismo con sus votantes?”

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