ÚLTIMA HORA

ÉTICA Y MORAL EN LAS INSTITUCIONES

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

En estos tiempos que corren, se echa mucho de menos la falta de ética y moral en las instituciones, tanto en el comportamiento del Gobierno de España como en los partidos políticos, mejor sería llamarlos “las partidas” y no por una concesión lingüística al hembrismo ramplón sino por ser grupos de bandoleros, urge una reacción ciudadana trente al camino hacia el totalitarismo comunistoide al que una casta política nos están abocando. Y lo hacen ¡por nuestro bien!, proclaman a gritos demagógicos unos, aunque lo hagan en impostado tono susurrante, y otros a pedradas, terrorismo urbano con saqueos de comercios en nombre de la libertad de expresión para el multidelincuente Pablo Hasél tomado como excusa, que por casualidad es tocayo de quien, desde un siniestro y cobardón silencio atronador, ordena a los propios que lo jaleen en las redes sociales, con la permisividad cómplice del Dr. Sánchez.

Ever Arrieta, en www.diferenciador.com

aclara dos conceptos relacionados, pero distintos: “La diferencia entre ética y moral es que la moral se refiere al conjunto de normas y principios que se basan en la cultura y las costumbres de determinado grupo social. Por otro lado, la ética es el estudio y reflexión sobre la moral, lo que permite que un individuo pueda discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Una manera fácil de recordar la diferencia entre moral y ética es que la moral se aplica a un grupo, como aquellas costumbres que se deben obedecer para el buen actuar, mientras que la ética proviene de la reflexión del individuo sobre cuáles acciones son morales y cuáles no”.

Como no es fácil discernir sobre los procesos mentales ni sobre su ética para distinguir entre el bien y el mal que conducen a los políticos a decir lo que dicen, siendo como son meras correas de transmisión de sus grupos, si no quieren ser expulsados, hay que centrarse en sus declaraciones y actuaciones sobre la moral que dicen combatir y sobre la que pretenden implantar, aunque sea a golpes de martillo y segado de cabezas con la hoz que llevan en su bandera, por cierto denostada junto con la de la cruz gamada por el Parlamento Europeo, en la resolución 2019/2819 RSP , ignorada cínicamente en las instituciones de España.

La más elemental de las morales imperantes a lo largo y ancho del mundo, dejando a un lado las dictaduras totalitarias mayormente comunistas, aconseja que los dirigentes políticos no mientan a sus ciudadanos, cosa distinta a errores o imposibilidad material de cumplir sus promesas por causas sobrevenidas ajenas a su voluntad. Pero hemos tenido que soportar impotentes cómo un Presidente del Gobierno de España miente en cada intervención que hace, o a una portavoz, María Jesús Montero, disculpar groseras mentiras por “estar en campaña electoral”. Y lo peor es que lo hacen, atentando contra la más elemental moral democrática, sin que eso tenga consecuencias políticas y, tal vez, incluso penales.

He de reconocer que ya me cuesta mucho trabajo seguir, por ejemplo, las sesiones de control al Gobierno en las Cortes. Los Aló Dr. Sánchez, me he negado rotundamente a escucharlos, por evitar la náusea. En las sesiones parlamentarias se puede comprobar, una vez tras otra, cómo se hace una pregunta al Gobierno y éste no contesta, pero larga un mitin sobre otro asunto como cortina de humo, con el aplauso servil de su bancada. Cuando el preguntador vuelve a la carga, recriminando al preguntado el no responderle y casi siempre habiendo largado otro bulo gubernamental, el interpelado insiste en su falta de moral con el agravante de tener la última palabra. Y todo eso con la permisividad, que no es tolerancia, de la sectaria presidencia.

Si hubiera entre los políticos una moral digna de ese nombre y si la presidencia del Parlamento o del Senado cumplieran e hicieran cumplir a todos con la obligación que impone la más elemental moral y transparencia, ante tal burla al representante de la soberanía popular, y por ende a los españoles, debería llamarles la atención, recriminarles su desfachatez, recordarles su obligación de ir a la cuestión y amenazarles con una sanción económica si se empecinan en el sarcasmo, que esa amenaza si la atenderían muchos de los actuales parlamentarios.

Eso sí que sería tener una democracia formal plena, no la que predica el social-podemismo con su defensa de cuanto indeseable campa por sus televisiones amigas. Como ejemplos de personajes ejemplares, en lo que a conductas delictivas se refiere, pueden citarse al matón Andrés Bódalo, al joven con explosivos para matar policías Alfón, a Rodrigo Lanza el asesino de los tirantes, o a los raperos Hasél y el huido a Bélgica Valtónyc. El repertorio es tan largo y tan en la mente de los lectores, que no es necesario recordarlo más casos aquí y ahora.

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