ÚLTIMA HORA

ESCLAVOS VOLUNTARIOS

La escritora argentina Mori Ponsowi en su artículo Cómo Facebook nos convierte en mercancía publicado en La Nación de Buenos Aires nos dice que el  American Journal of Epidemiology’ ha publicado un estudio mostrando que a mayor tiempo en Facebook, menos felicidad y satisfacción en las actividades cotidianas. El comparar nuestras vidas con las imágenes seleccionadas de las de los demás puede erosionar la autoestima y despertar sentimientos de envidia y de inadaptación social. Midió el tiempo que 5.208 personas dedicaron a la red social en tres años y concluyó: Un 1% de aumento en clics de ‘me gusta’ y ‘actualizaciones de estado’ supuso una disminución del 5 al  8 % en bienestar y salud mental. Al no poder asimilar y digerir tanta información, padecemos sobreexcitación, impaciencia y falta de concentración. 

 Según Facebook, el usuario promedio pasa una hora diaria en el sitio. Los dos mil millones de usuarios, implica 60.000 millones de horas por mes.  ¿Por qué tal éxito?  Cuando inventó el primer prototipo de la plataforma, Zuckerberg además de informática estudiaba psicología. Conocía bien la necesidad humana de ser queridos y mirados, nuestra tendencia a fisgonear a los otros y a compararnos con ellos.

 El primer gran inversor en Facebook fue Peter Thiel, el multimillonario creador de PayPal, que había estudiado filosofía y era seguidor del filósofo francés René Girard, cuya idea central: una vez satisfecha nuestra necesidad de comida y techo, lo que nos mueve es el “deseo mimético”. “No sabemos quiénes somos ni qué deseamos, pero miramos lo que otros hacen y los copiamos”. Deseamos lo que otros desean. Esto conduce a una competencia creciente y a menudo destructiva. Thiel vio en Facebook una red social basada en las ideas de Girard. Thiel en una entrevista Las redes sociales resultaron mucho más importantes de lo que suponíamos porque tienen que ver con nuestra naturaleza”. Queremos ver a los demás, imitarlos y competir. Queremos que nos quieran. Queremos ser vistos como queremos que nos vean. En Facebook todo esto es simultaneo.

Aunque Zuckerberg hable de “conectar a la gente”, Facebook es una compañía publicitaria que brinda a sus clientes la herramienta más precisa conocida hasta ahora –junto con Google– para que sus anuncios lleguen a públicos determinados. Mientras nosotros observamos a los demás, Facebook nos observa y usa la información que le damos para ganar dinero vendiendo anuncios. Todo lo que hacemos en el sitio está registrado y sirve, también, para que cada vez dediquemos más tiempo a interactuar en la plataforma. Sus algoritmos muestran cuánto tiempo dedicamos a los diversos tipos de noticias y deciden, en milésimas de segundos, qué mostrarnos a cada uno. La decisión de mostrarnos lo que más nos gusta convierte la plataforma en un lugar en el que tendemos a leer la opinión de quienes piensan como nosotros, lo que perjudica el pluralismo ideológico. Nos conecta con mentes afines y hace que no cuestionemos la fuente ni la veracidad de lo que leemos, porque lo que leemos confirma nuestras opiniones  Tampoco hay que olvidar a Umberto Eco cuando decía, refiriéndose a las redes sociales, que “el drama de Internet es que ha promovido al bobo del pueblo como el portador de la verdad”.

 En los últimos tres meses de la campaña presidencial estadounidense, en Facebook las noticias falsas fueron más leídas que las de ‘The New York Times’, ‘The Washington Post’ y NBC. Mas, no se puede demandar a Facebook, ya que no se hace responsable de sus contenidos. Los fabricamos nosotros y gratis. Los usuarios somos el producto que está en venta; le hacemos publicidad; sin sospecharlo, cada vez que ponemos ‘me gusta’, hacemos clic en un enlace o escribimos algo. Por ello, Facebook gasta porcentualmente en publicidad mucho menos que otras grandes empresas. Nadie nos obliga. Nadie nos paga. Nos venden y nos compran cada día. Somos mercancía. Nos hemos convertido en una especie de esclavos voluntarios.

            Por otra parte, siendo las empresas tecnológicas las más capitalizadas del mundo, en cambio crean pocos empleos. Son también auténticas máquinas de fraude fiscal, lo que no impide que sus ejecutivos practiquen la filantropía. Aunque se autoproclaman garantes de la libertad de expresión, colaboran con dictaduras si eso les reporta beneficios económicos. Malos tiempos corren cuando hay que mostrar lo obvio: no existirían sin Internet, cuyo origen ha quedado sepultado en una amnesia colectiva y suplantado por la mitología del libre mercado. Internet fue propiciado y desarrollado por investigaciones financiadas y dirigidas por el gobierno de USA - sufragadas por los impuestos de los ciudadanos- en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial. Zuckerberg. no es genio, es tan solo un oportunista que supo aprovecharse del sistema capitalista. Deberíamos preguntarnos no cómo lo consiguió sino cómo está estructurado el capitalismo, qué funciona mal en él para que un solo individuo alcance un nivel de riqueza superior a la de muchos países, mientras millones pasan hambre, exclusión y pobreza. Por mucho que los ricos aduzcan que lo son por sus propios méritos, la investigación moderna ha demostrado que una proporción muy grande de su riqueza es un superávit inmerecido, proveniente en su mayor parte de los avances tecnológicos creados por generaciones anteriores.

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