ÚLTIMA HORA

EL MURO DE BERLÍN

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Hoy, en un atardecer fresco y con llovizna, he sentido una profunda tristeza visitando lo que queda como recuerdo amargo del Muro de Berlín. Nunca he creído en fantasmas y cosas sobrenaturales, pero he de reconocer que algunas veces en mi vida he experimentado algo que me ha inquietado y llenado el alma de congoja, pero no de temor sino de compasión.

Caminando por el lado Este del Muro, el que daba a la Alemania comunista, que para mayor sarcasmo criminal llamaban República Democrática, notaba algo que me iba atenazando y llenándome de una emotiva tristeza. Era algo indefinido, así como una especie de empatía con las personas que, intentando buscar la libertad huyendo de aquel paraíso comunista, allí fueron asesinados por los Vopos, la Deutsche Volkspolizei o Policía Popular comunista.

También sentía el dolor de las familias separadas por aquel muro sin otro delito que estar viviendo en una u otra zona del Berlín dividido en dos partes que los políticos de entonces creían irreconciliables. Eran los días de la guerra fría y la frialdad se apoderó de los corazones de los carceleros, émulos de Robespierre, que para mejor mostrar al mundo su crueldad “democrática”, mandaron construir el Muro.

Hace unos días oía en la radio cómo algunos dirigentes comunistas españoles justificaban la construcción de aquel largo muro, obviando los sufrimientos infringidos a los que lo padecían, en aras de una ideología que predica el paraíso proletario para los demás, construyendo muros para que los beneficiados no puedan huir despavoridos ante el horror de sus vidas y la indiferencia de sus muertes, como bien señaló Fidel Castro en su eslogan “Patria o muerte”, hoy mas coreado como “Patria y Vida” pese a la inhumana represión de ese régimen criminal.

Son cárceles para los cuerpos y las almas, pese al intento de adoctrinamiento de los ciudadanos, súbditos mas bien, para lograr la sumisión y el acatamiento a un régimen que detestan. Podrán aterrorizar a la población para que no se revele, pero es imposible acabar del todo y para todos con la llama del sentimiento de libertad que anida, tenuamente, en sus almas. Para algunos ese sentimiento es tan fuerte, que hasta ponen en peligro sus vidas para liberarse y liberar a sus compatriotas. Muchos murieron asesinados en el muro, intentando escapar, o en sus casas buscados por la Stasi, la todopoderosa policía secreta del régimen comunista de la RDA, fruto de alguna delación o indiscreción.

Ese clima de esclavitud se puede intuir y tratar de empatizar con los sufrientes, jamas llegar a entenderlo del todo, viendo dos grandes películas de las muchas que se han rodado sobre estos temas. Una es “La vida de los otros”, película estrenada en el 2006 y considerada una de las mejores películas alemanas de todos los tiempos. La segunda es “Good Bye Lenin!”, otra muy galardonada película alemana de 2003.

A la vista de las evidencias, sobre todo teniendo en cuenta que el muro físico, el Muro de Berlín, y el muro político del modelo comunista, son sólo comprensibles entendiéndolos como cárceles para las personas y los espíritus libres, no estaría nada mal que los políticos que defienden ese modelo reflexionaran y dejaran de mentir descaradamente a sus seguidores mientras viven como lo que ellos llaman capitalistas. Los ejemplos están en la mente de todos, poco hace falta hacer una relación de nombres.

Y como no soy, ni a mis años quiero ser, un político en campaña electoral, hoy me ha tocado sentir y llorar con este sufrimiento del pueblo alemán que duró desde el fin de la II Guerra mundial hasta el 9 de noviembre de 1989. Soy consciente de que hay otros padeceres en el mundo, pero como diría Puyol, ¡hoy no toca!

 

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