ÚLTIMA HORA

EL INVIABLE PUERTO DE ARINAGA (y 2)

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Un retirado capitán de la marina mercante con muchas miles de millas en su hoja de servicios, Julio González Padrón, después delegado en Canarias de una importante naviera, hacía un comentario profesional a mi artículo anterior, que por su oportunidad me permito copiar: “Me opuse en su día y hoy sigo manteniendo que aquello, lo que es hoy el puerto de Arinaga, es el mayor despropósito y disparate que se ha cometido en la historia de Canarias. Soy de la opinión de aquellos economistas de la ULPGC que entonces mantenían en la Autoridad Portuaria que 'el puerto de Arinaga al no responder de forma satisfactoria a los tres supuestos bajo los cuales se construía, seria socialmente rentable desmontarlo al día siguiente de su inauguración'. Todavía estamos a tiempo de hacerlo rentable ¡Desmontémoslo!”. Bueno sería que se publicaran los déficit económicos anuales hasta hoy.

Este derroche de dinero público, de España y de la UE, es menos entendible cuando unas cuantas millas más al norte de Arinaga y en la misma costa, está el Puerto de Salinetas, también de apoyo complementario a una urbanización industrial hoy venida a menos, probablemente por luchas pueblerinas y politiqueras entre los dos municipios donde están ubicados cada puerto. El de Salinetas, muy al contrario que el de Arinaga, no tiene problemas técnicos a la hora de operar los barcos. Está especializado en la recepción de graneles líquidos (combustibles y alcoholes). Parecería una zona ideal para ubicar la planta de gas tan discutida, por cierto polémica no por razones económicas sino por una más que dudosa política ecologista. La distribuidora de combustible Disa cuenta allí desde hace décadas con una capacidad de almacenamiento de 155.000 m³, conectada por tubería a los grandes centros de consumo de la isla como el Aeropuerto de Gran Canaria, central eléctrica y potabilizadora.

El Puerto de Arinaga, por los vientos dominantes que dificultan cuando no imposibilitan en términos de rentabilidad las operaciones portuarias, se está “especializando” en colocar aerogeneradores en su zona portuaria e industrial limítrofe. El Cabildo se opone a que se instale el gas allí, sin explicar cómo podrían operar los barcos gaseros en una zona imposible de atracar y peligrosa de fondear por los fuertes vientos reinantes, razón por la que se instalan precisamente allí los molinillos. Puede deducirse fácilmente que la auténtica guerra no es la energética sino la política, que por razones ideológicas intenta coartar la libre iniciativa. Por ese sectarismo subvencionan la instalación de molinillos, que de otra forma nunca se instalarían. También a los grupos que se oponen a las energías convencionales, hoy por hoy imprescindibles.

En esta lucha se están produciendo curiosas paradojas. Los mismos que dicen oponerse al gas por razones medioambientales, ecologistas de manual y reunión de amigos, no dudan en deteriorar el paisaje natural llenándolo de aerogeneradores. Es difícil entender que el Cabildo Insular de Gran Canaria hable de un plan de embellecimiento de las zonas por donde transcurre la autopista GC-1 cuando aplaude que se potencie justo lo contrario. Por eso habla de “embellecer” el tramo desde el Aeropuerto a LPGC, pareciendo olvidarse que el flujo de autobuses llenos de turistas que llegan o se van, transcurre mayormente en dirección al Sur.

Es de suponer que habrá personas a las que les encante ver en lugar de árboles esos enormes postes con unas hélices, la mitad girando y la otra paradas. A mí no. Posiblemente esos grupos son los mismos que hace años preferían ver un erial pedregoso y polvoriento camino al Sur, antes que permitir la existencia de campos de golf, por cierto, el cultivo más rentable y que protege el medio ambiente del deterioro y del abandono a la espera de recalificaciones.

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