ÚLTIMA HORA

A CUENTA DE LAS TERRAZAS

Ángel Sabroso

Concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

Las Palmas de Gran Canaria lleva más de un año con un lío enorme a cuenta de las terrazas de bares, cafeterías y restaurantes, sin que haya viso alguno de que se solvente con un mínimo de eficacia. El origen del lío hay que buscarlo en la falta de ganas o de capacidad, ambas igual de preocupantes, pues quienes gobiernan el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria no han sido capaces de generar una mínima regulación específica, temporal, extraordinaria, para las terrazas durante esta larga pandemia.

Ahora mismo hay terrazas que han aparecido como setas en sitios inapropiados, sin espacio, sin calidad y sin accesibilidad peatonal. Otras que han crecido de forma desmedida en emplazamientos donde ya había conflictos vecinales y que, consecuentemente, han multiplicado esos problemas, aumentando el sufrimiento vecinal y haciendo aún más difícil la convivencia. Y también hay otras muchas, la mayoría, que se ha demostrado que no generan problema alguno, que son fantásticas, con gusto, que han conquistado asfalto para convertirse en lugares de encuentro, de convivencia, de alegría, y que además han permitido generar empleo, economía, salvar negocios y puestos de trabajo.

Pero la característica común de todas ellas es que ninguna tiene autorización municipal, ninguna obtuvo nunca respuesta del Ayuntamiento cuando intentó instalarse, o cuando intentó crecer, que a todas se les ha dado manga ancha convirtiendo la capital en la ciudad sin ley que es hoy y que a todas se les va a coartar su continuidad a partir del 7 de enero próximo. Y es que nunca ha habido procedimiento, ni acto administrativo alguno, para su autorización, sino una simple declaración en prensa del alcalde de que cada uno haga lo que quiera, profundizando aún más en el caos en el que están convirtiendo a Las Palmas de Gran Canaria.

¿Qué han hecho otros municipios? Pues abrir mucho la mano con la hostelería en plena restricción sanitaria, como era lógico, pero con normativa básica, condiciones mínimas de seguridad, accesibilidad y estética. Y sobre todo, aprovechar este largo año y medio de pandemia para ir estudiando, caso por caso, cuáles podían pasar a ser terrazas estables y cuáles iban a ser permitidas sólo mientras el interior de los locales estuviera restringido por normativa sanitaria. Un buen ejemplo es el de Barcelona, que ha conseguido tener hasta los modelos de tarimas y mobiliario consensuados y autorizados en función de la zona de la ciudad de la que se trate, dando estabilidad a las denominadas terrazas exprés. ¿Qué se ha hecho en Las Palmas de Gran Canaria? Nada de nada; hablar en prensa cada día una cosa distinta y conseguir que tengamos una olla a presión en la ciudad con el tema terrazas que no beneficia a nadie; ni a vecinos, asombrados por este descontrol, ni a hosteleros, que no tienen certidumbre, ni seguridad alguna sobre su futuro.

Algunas personas nos preguntan si preferimos apoyar a las terrazas frente a los vecinos, cuando sencillamente esa disyuntiva no existe. Nuestra visión es la de apoyar a los vecinos que trabajan en esos establecimientos, a los vecinos que están en paro e intentan conseguir trabajo, a los vecinos que son camareros, emprendedores, cocineros, proveedores, transportistas, vendedores de mobiliario, iluminación, propietarios de locales que los alquilan, trabajadores de inmobiliarias, de agencias de seguros... Apoyar a los vecinos que se sientan en las terrazas a tomar algo, a disfrutar de la ciudad, del clima, de la convivencia, del ocio, del aire libre. Apoyar al turismo, a quienes viven de él, que en nuestra tierra es la mayoría. Apoyar a los que sienten “respeto" por los sitios cerrados por este dichoso Covid, pues algunas actitudes y hábitos que el virus ha traído, como el vivir más al aire libre, han llegado para quedarse. Y, por supuesto, apoyar a los vecinos que conviven con terrazas, que muchas veces las sufren, a su derecho al descanso, al derecho de todos a caminar por nuestras calles, al derecho de todos a convivir en armonía.

Por eso hacen falta normas claras y medios para hacerlas cumplir, normas de seguridad, de estética, de horarios y de aforos, siendo muy duros con incumplidores y muy colaboradores con cumplidores. Normas y gestión, pues la mejor norma del mundo no garantiza nada si no hay interés y se disponen los medios para hacerla cumplir.

No entendemos una ciudad de unos contra otros, sino de todos juntos. Con apoyo y certidumbres para quienes arriesgan, con normas claras para todos, con protección a los que sufren incumplimientos, con gestión diaria que permita una ciudad equilibrada, arbitrando los distintos derechos e intereses, en ocasiones encontrados, pero que a la postre son los que nos permiten convivir y lo que propicia que sintamos orgullo de nuestra ciudad. Cuando hay capacidad para ello, claro está.

Ángel Sabroso.

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